A nuestros amigos y lectores del blog Inicornio azul ponemos a consideración esta conferencia de Joaquín Sempere que nos parece interesante para estimular el debate, la crítica y la elaboración de estrategias de resistencia de lo local a lo global contra el capitalismo y....El Capital. Al filosofo italiano Toni Negri no le gusta el concepto gramsciano de hegemonia el cual sustituye por el de "agenciamiento" el cual retoma de Deleuze, por estarazón y muchas mas el concepto de hegemonía construído pot Gramsci sigue estando en el corazón del debate debido a la inaudita produsión de medios y tecnologías que debemos apropiar desde una perspectiva revolucionaria transformadora de la sociedad. Los invito a discutir.
martes, 31 de julio de 2012
lunes, 30 de julio de 2012
INVOCAR LA PUREZA ES INCITAR A LA VIOLENCIA
INVOCAR LA PUREZA ES INCITAR A LA VIOLENCIA
Por Carlos Victoria
El recién creado movimiento político Puro Centro Democrático es la misma perra con distinta guasca. Es la estrategia de la extrema derecha de rebautizar la letrina y proseguir en su tarea de ejercer hegemonía frente a los desafíos de una sociedad cada vez más azotada por la desigualdad. Apelar al fantasma de la amenaza terrorista es un truco que les funcionó, macabramente, durante los últimos años, mientras desinstitucionalizaban al país en medio de la violación de derechos humanos, la corrupción generalizada y lo peor: con el aplauso de millones de colombianos, quienes hicieron de la seguridad un auténtico credo.
Ahora el movimiento uribista apela a la noción de lo puro, como lo magnánimo, lo impecable, lo que no tiene mancha, en definitiva todo aquello que representa lo incontaminado. Esa noción de pureza puede tener varias lecturas. Va una por cuenta de la antropóloga británica Mary Douglas (2007) y otra por nuestro filósofo de la montaña Fernando González. Para la primera, la pureza riñe con la suciedad y el desorden. Para el segundo, lo puro está ligado al legado de la religiosidad que arropó con su manto las breñas de esa Antioquia puritana, camandulera y violenta que, invocando a Dios y María Santísima, fue la pila bautismal del asesinato de miles de campesinos.
Ave María Purísima es un suspiro soslayado que heredamos de nuestros antepasados influenciados por la cruzada católica. La religiosidad popular lo destacó como un grito de batalla ante la herejía, incluyendo la liberal. La antioqueñidad, ligada a la servidumbre, hizo de estas expresiones la lingüística de la conmiseración, de la ayuda. Pureza, además, fue el nombre con el que bautizaron a más de una muchacha con la pretensión de quedar inmaculada, virgen para siempre. Al final de sus años solo se oía quedaba un diminuto: Purita. La pureza revistada de sacralidad se transformó en una de la peor de las aberraciones que forjaron esa mentalidad moralista, mojigata y al final de cuentas, prodigando una ciudadanía precaria.
Pero también la pureza se vio manchada por otros nombres menos escolásticos como el de Virgelina, tal vez con la esperanza que no fuese tocada, y por el contrario adorada como las vírgenes que depuraron los pecados de los más recios montañeros, a la postre padrones de proles que sirvieron de carne de cañón para las guerras civiles del siglo XIX. Como bien lo documenta la historiadora Catalina Reyes (1996), tras el influjo mariano se castró a una generación de mujeres en su condición de beatas, solteronas y monjas de clausura, contra su propia voluntad, incitando por otro lado –como efecto perverso- la expansión secular de la prostitución en la capital antioqueña.
Por su parte, argumenta Reyes, los hijos del infortunio no siguieron siendo tratados como “perversos y malos”, sino como jóvenes simplemente. El virus del mal dejó de ser un asunto moralista para ser despercudido a través de la pedagogía reformada, sobre todo para aquellos que eran considerados “perezosos, indisciplinados, turbulentos y crueles”. Robar por necesidad, por ejemplo, fue calificado como delito por miseria y hambre. De hecho los reformadores de la época procedieron a establecer un catálogo por grupos de niños y jóvenes problema: homosexuales, delincuentes, atrasados pedagógicos por “desordenes domésticos” y otros delitos, entre los que se incluían todo tipo de “desviaciones” de moral y conducta. Por esta vena llegaría Pablo Escobar.
Pureza y contaminación
Douglas en su texto Pureza y Peligro (2000) admite que la idea de pureza está ligada a la noción de orden. Ella prefiere la tolerancia con respecto a la limpieza vs la suciedad. Todos sabemos qué pasó cuando Hitler invocó a la pureza de la raza, a la limpieza étnica. A mediados del siglo XIX aquí se apeló a la limpieza de sangre para ascender socialmente. En muchas de las calles de nuestras ciudades también se lavan la sangre de las víctimas de la limpieza social. El Puro Centro es una fabula de la higiene política: el uribismo necesita despercudir su inmediato pasado y lavarse las manos en agua bendita.
“La suciedad ofende el orden”, y eliminarlo está en su esfera. Es su obligación, subraya Douglas. La custodia del orden, a través de la seguridad democrática, explotó hábilmente la religiosidad y el misticismo de los colombianos. Ahora Santos, según Uribe, es una especie de Judas. Traidor, traidor, traidor le gritaba la caterva en el Club El Nogal. ¿Santos contaminó la pureza del uribismo? ¿Es un profanador? O simplemente una oveja descarriada que contamina la pureza de esa derecha golpista que retumba cada vez que estornuda a través de la gran prensa.
El Puro Centro es una fabula de la higiene política: el uribismo necesita despercudir su inmediato pasado y lavarse las manos en agua bendita.
El realidad puede resultar un apodo en el que se mezcla la redes de conspiración que se tejen desde lo más profundo de ese conservatismo que ha alimentado la cruzada mesiánica del orden a como de lugar. La consolidación del Estado autoritario y la paz de los sepulcros, como viejas y extremas consignas asociadas al statu quo, son la esencia de sus aspiraciones: pro rico, pro gamonal y pro corporativismo. No hay contradicción porque, por otro lado, la Unidad Nacional busca lo mismo a través de procedimientos que apelan al viejo liberalismo tras mantener sus feudos electorales sustentados en la efectividad de las redes clientelistas.
En neo lengua, siguiendo a Orwell, el puro centro tiene todo menos de democrático, pero a la vez suplanta cada una de sus tres etimologías para transformarlas en un imaginario que pretende despercudir la esencia de sus actuaciones en materia criminal. No es puro porque sus manos están manchadas de sangre y de corrupción, y no es de centro porque sus postulados se inclinan a la extrema derecha, el lugar favorito de esa clase dirigente que históricamente ha tramitado a través de la violencia -del Estado y partidista- lo que por otros medios ha sido incapaz. El aplazamiento de la reforma agraria es uno de los listones.
Todavía retumban en la memoria las palabras de Salvatore Mancuso, cuando al final de su discurso en el Congreso de la República, no solo invocó a Dios, sino que nos prometió construir un paraíso entre los Andes y el mar, aunque en esa ocasión omitió decir que en dicha cruzada serían sacrificados miles de colombianos por la causa patriótica de la guerra al terrorismo. Se supone que ese paraíso dibujado por el jefe paramilitar no estaba reservado para los impuros, para los contaminados por ideas de justicia social. “Dios bendiga a Colombia”, remató en medio de una salva de aplausos de los congresistas. En un país donde la religiosidad no se discute, invocar a Dios es incitar a la violencia, y más en su persona. Recordemos a Monseñor Builes, cuando en plena violencia partidista dijo en Antioquia que “matar liberales no es pecado”.
No es casual ni gratuito que se invoque el ascetismo político cuando el ambiente institucional es cada vez más maloliente. La descomposición moral de quienes nos gobiernan hiede. Pureza y liderazgo carismático hacen parte del mismo repertorio simbólico para reinventar la creencia mesiánica en un caudillo con firmeza y fiereza. “La impureza, de por sí, es apena una representación y ésta se encuentra sumergida en un miedo específico que obstruye la reflexión; con la impureza penetramos en el reino del Terror”, dijo Ricoeur. En ese orden de ideas “matar gérmenes” es el correlato de un orden inmaculado, puro, libre de impurezas. Recordemos el discurso de Uribe en diciembre de 2008 cuando en Caimito, Sucre afirmó que la “culebra está viva” . Los falsos positivos no mienten.
Por su parte Santos , acosado por su caída en las encuestas, no se queda atrás: “No quiero ver a un solo indígena en las bases militares”, en un arranque entre xenofobia, racismo e impotencia, frente a la encrucijada del gobierno en el Cauca. Por supuesto que todos quienes apelan a la limpieza, la pureza y la descontaminación en el campo social y política no son más que incitadores e instigadores de la violencia, y no cualquier violencia: la violencia que cobra la vida de quienes piensan diferente; de quienes asumen la condición de ciudadanos activos, de todos aquellos que repudian la injusticia, la violación y la mentira. Los que, para la derecha, contaminan con sus voz el orden que pretenden perpetuar. Un orden amparado en la corrupción, la desigualdad y la exclusión.
Al final me quedo con las palabras póstumas de Fernando González, incluidas en su libro “Las Cartas de Ripol”, cuando el 12 de octubre de 1963 se dirigía al periódico “Rebelión” de Ibagué:
El Frente Nacional es la unificación de los dos trapos sucios de la historieta colombiana. Es un trust de lupanares. Ahí se encerraron todos los colombianos, viejos, mujeres y hombres, jóvenes y niños, y hasta los del tercer sexo. Eso que llamaban LIBERALISMO Y CONSERVATISMO llegó a no creer o vivir sino el inteligible lupanar, y se unificaron, y hoy Colombia es el Gran Lupanar que antes fue Cuba”.
29 de julio de 2012
El recién creado movimiento político Puro Centro Democrático es la misma perra con distinta guasca. Es la estrategia de la extrema derecha de rebautizar la letrina y proseguir en su tarea de ejercer hegemonía frente a los desafíos de una sociedad cada vez más azotada por la desigualdad. Apelar al fantasma de la amenaza terrorista es un truco que les funcionó, macabramente, durante los últimos años, mientras desinstitucionalizaban al país en medio de la violación de derechos humanos, la corrupción generalizada y lo peor: con el aplauso de millones de colombianos, quienes hicieron de la seguridad un auténtico credo.
Ahora el movimiento uribista apela a la noción de lo puro, como lo magnánimo, lo impecable, lo que no tiene mancha, en definitiva todo aquello que representa lo incontaminado. Esa noción de pureza puede tener varias lecturas. Va una por cuenta de la antropóloga británica Mary Douglas (2007) y otra por nuestro filósofo de la montaña Fernando González. Para la primera, la pureza riñe con la suciedad y el desorden. Para el segundo, lo puro está ligado al legado de la religiosidad que arropó con su manto las breñas de esa Antioquia puritana, camandulera y violenta que, invocando a Dios y María Santísima, fue la pila bautismal del asesinato de miles de campesinos.
Ave María Purísima es un suspiro soslayado que heredamos de nuestros antepasados influenciados por la cruzada católica. La religiosidad popular lo destacó como un grito de batalla ante la herejía, incluyendo la liberal. La antioqueñidad, ligada a la servidumbre, hizo de estas expresiones la lingüística de la conmiseración, de la ayuda. Pureza, además, fue el nombre con el que bautizaron a más de una muchacha con la pretensión de quedar inmaculada, virgen para siempre. Al final de sus años solo se oía quedaba un diminuto: Purita. La pureza revistada de sacralidad se transformó en una de la peor de las aberraciones que forjaron esa mentalidad moralista, mojigata y al final de cuentas, prodigando una ciudadanía precaria.
Pero también la pureza se vio manchada por otros nombres menos escolásticos como el de Virgelina, tal vez con la esperanza que no fuese tocada, y por el contrario adorada como las vírgenes que depuraron los pecados de los más recios montañeros, a la postre padrones de proles que sirvieron de carne de cañón para las guerras civiles del siglo XIX. Como bien lo documenta la historiadora Catalina Reyes (1996), tras el influjo mariano se castró a una generación de mujeres en su condición de beatas, solteronas y monjas de clausura, contra su propia voluntad, incitando por otro lado –como efecto perverso- la expansión secular de la prostitución en la capital antioqueña.
Por su parte, argumenta Reyes, los hijos del infortunio no siguieron siendo tratados como “perversos y malos”, sino como jóvenes simplemente. El virus del mal dejó de ser un asunto moralista para ser despercudido a través de la pedagogía reformada, sobre todo para aquellos que eran considerados “perezosos, indisciplinados, turbulentos y crueles”. Robar por necesidad, por ejemplo, fue calificado como delito por miseria y hambre. De hecho los reformadores de la época procedieron a establecer un catálogo por grupos de niños y jóvenes problema: homosexuales, delincuentes, atrasados pedagógicos por “desordenes domésticos” y otros delitos, entre los que se incluían todo tipo de “desviaciones” de moral y conducta. Por esta vena llegaría Pablo Escobar.
Pureza y contaminación
Douglas en su texto Pureza y Peligro (2000) admite que la idea de pureza está ligada a la noción de orden. Ella prefiere la tolerancia con respecto a la limpieza vs la suciedad. Todos sabemos qué pasó cuando Hitler invocó a la pureza de la raza, a la limpieza étnica. A mediados del siglo XIX aquí se apeló a la limpieza de sangre para ascender socialmente. En muchas de las calles de nuestras ciudades también se lavan la sangre de las víctimas de la limpieza social. El Puro Centro es una fabula de la higiene política: el uribismo necesita despercudir su inmediato pasado y lavarse las manos en agua bendita.
“La suciedad ofende el orden”, y eliminarlo está en su esfera. Es su obligación, subraya Douglas. La custodia del orden, a través de la seguridad democrática, explotó hábilmente la religiosidad y el misticismo de los colombianos. Ahora Santos, según Uribe, es una especie de Judas. Traidor, traidor, traidor le gritaba la caterva en el Club El Nogal. ¿Santos contaminó la pureza del uribismo? ¿Es un profanador? O simplemente una oveja descarriada que contamina la pureza de esa derecha golpista que retumba cada vez que estornuda a través de la gran prensa.
El Puro Centro es una fabula de la higiene política: el uribismo necesita despercudir su inmediato pasado y lavarse las manos en agua bendita.
El realidad puede resultar un apodo en el que se mezcla la redes de conspiración que se tejen desde lo más profundo de ese conservatismo que ha alimentado la cruzada mesiánica del orden a como de lugar. La consolidación del Estado autoritario y la paz de los sepulcros, como viejas y extremas consignas asociadas al statu quo, son la esencia de sus aspiraciones: pro rico, pro gamonal y pro corporativismo. No hay contradicción porque, por otro lado, la Unidad Nacional busca lo mismo a través de procedimientos que apelan al viejo liberalismo tras mantener sus feudos electorales sustentados en la efectividad de las redes clientelistas.
En neo lengua, siguiendo a Orwell, el puro centro tiene todo menos de democrático, pero a la vez suplanta cada una de sus tres etimologías para transformarlas en un imaginario que pretende despercudir la esencia de sus actuaciones en materia criminal. No es puro porque sus manos están manchadas de sangre y de corrupción, y no es de centro porque sus postulados se inclinan a la extrema derecha, el lugar favorito de esa clase dirigente que históricamente ha tramitado a través de la violencia -del Estado y partidista- lo que por otros medios ha sido incapaz. El aplazamiento de la reforma agraria es uno de los listones.
Todavía retumban en la memoria las palabras de Salvatore Mancuso, cuando al final de su discurso en el Congreso de la República, no solo invocó a Dios, sino que nos prometió construir un paraíso entre los Andes y el mar, aunque en esa ocasión omitió decir que en dicha cruzada serían sacrificados miles de colombianos por la causa patriótica de la guerra al terrorismo. Se supone que ese paraíso dibujado por el jefe paramilitar no estaba reservado para los impuros, para los contaminados por ideas de justicia social. “Dios bendiga a Colombia”, remató en medio de una salva de aplausos de los congresistas. En un país donde la religiosidad no se discute, invocar a Dios es incitar a la violencia, y más en su persona. Recordemos a Monseñor Builes, cuando en plena violencia partidista dijo en Antioquia que “matar liberales no es pecado”.
No es casual ni gratuito que se invoque el ascetismo político cuando el ambiente institucional es cada vez más maloliente. La descomposición moral de quienes nos gobiernan hiede. Pureza y liderazgo carismático hacen parte del mismo repertorio simbólico para reinventar la creencia mesiánica en un caudillo con firmeza y fiereza. “La impureza, de por sí, es apena una representación y ésta se encuentra sumergida en un miedo específico que obstruye la reflexión; con la impureza penetramos en el reino del Terror”, dijo Ricoeur. En ese orden de ideas “matar gérmenes” es el correlato de un orden inmaculado, puro, libre de impurezas. Recordemos el discurso de Uribe en diciembre de 2008 cuando en Caimito, Sucre afirmó que la “culebra está viva” . Los falsos positivos no mienten.
Por su parte Santos , acosado por su caída en las encuestas, no se queda atrás: “No quiero ver a un solo indígena en las bases militares”, en un arranque entre xenofobia, racismo e impotencia, frente a la encrucijada del gobierno en el Cauca. Por supuesto que todos quienes apelan a la limpieza, la pureza y la descontaminación en el campo social y política no son más que incitadores e instigadores de la violencia, y no cualquier violencia: la violencia que cobra la vida de quienes piensan diferente; de quienes asumen la condición de ciudadanos activos, de todos aquellos que repudian la injusticia, la violación y la mentira. Los que, para la derecha, contaminan con sus voz el orden que pretenden perpetuar. Un orden amparado en la corrupción, la desigualdad y la exclusión.
Al final me quedo con las palabras póstumas de Fernando González, incluidas en su libro “Las Cartas de Ripol”, cuando el 12 de octubre de 1963 se dirigía al periódico “Rebelión” de Ibagué:
El Frente Nacional es la unificación de los dos trapos sucios de la historieta colombiana. Es un trust de lupanares. Ahí se encerraron todos los colombianos, viejos, mujeres y hombres, jóvenes y niños, y hasta los del tercer sexo. Eso que llamaban LIBERALISMO Y CONSERVATISMO llegó a no creer o vivir sino el inteligible lupanar, y se unificaron, y hoy Colombia es el Gran Lupanar que antes fue Cuba”.
29 de julio de 2012
lunes, 16 de julio de 2012
Las 10 técnicas de manipulación mediática según Noam Chomsky
Las 10 técnicas de manipulación mediática según Noam Chomsky
La estrategia de la distracción El elemento primordial del control social es la estrategia de la distracción que consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las élites políticas y económicas, mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes. La estrategia de la distracción es igualmente indispensable para impedir al público interesarse por los conocimientos esenciales, en el área de la ciencia, la economía, la psicología, la neurobiología y la cibernética. ”Mantener la Atención del público distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real. Mantener al público ocupado, ocupado, ocupado, sin ningún tiempo para pensar; de vuelta a granja como los otros animales (cita del texto ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.
Crear problemas y después ofrecer soluciones. Este método también es llamado “problema-reacción-solución”. Se crea un problema, una “situación” prevista para causar cierta reacción en el público, a fin de que éste sea el mandante de las medidas que se desea hacer aceptar. Por ejemplo: dejar que se desenvuelva o se intensifique la violencia urbana, u organizar atentados sangrientos, a fin de que el público sea el demandante de leyes de seguridad y políticas en perjuicio de la libertad. O también: crear una crisis económica para hacer aceptar como un mal necesario el retroceso de los derechos sociales y el desmantelamiento de los servicios públicos.
La estrategia de la gradualidad. Para hacer que se acepte una medida inaceptable, basta aplicarla gradualmente, a cuentagotas, por años consecutivos. Es de esa manera que condiciones socioeconómicas radicalmente nuevas (neoliberalismo) fueron impuestas durante las décadas de 1980 y 1990: Estado mínimo, privatizaciones, precariedad, flexibilidad, desempleo en masa, salarios que ya no aseguran ingresos decentes, tantos cambios que hubieran provocado una revolución si hubiesen sido aplicadas de una sola vez.
La estrategia de diferir. Otra manera de hacer aceptar una decisión impopular es la de presentarla como “dolorosa y necesaria”, obteniendo la aceptación pública, en el momento, para una aplicación futura. Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que un sacrificio inmediato. Primero, porque el esfuerzo no es empleado inmediatamente. Luego, porque el público, la masa, tiene siempre la tendencia a esperar ingenuamente que “todo irá mejorar mañana” y que el sacrificio exigido podrá ser evitado. Esto da más tiempo al público para acostumbrarse a la idea del cambio y de aceptarla con resignación cuando llegue el momento.
Dirigirse al público como criaturas de poca edad. La mayoría de la publicidad dirigida al gran público utiliza discurso, argumentos, personajes y entonación particularmente infantiles, muchas veces próximos a la debilidad, como si el espectador fuese una criatura de poca edad o un deficiente mental. Cuanto más se intente buscar engañar al espectador, más se tiende a adoptar un tono infantilizante. Por qué? “Si uno se dirige a una persona como si ella tuviese la edad de 12 años o menos, entonces, en razón de la sugestionabilidad, ella tenderá, con cierta probabilidad, a una respuesta o reacción también desprovista de un sentido crítico como la de una persona de 12 años o menos de edad (ver “Armas silenciosas para guerras tranquilas”)”.
Utilizar el aspecto emocional mucho más que la reflexión. Hacer uso del aspecto emocional es una técnica clásica para causar un corto circuito en el análisis racional, y finalmente al sentido critico de los individuos. Por otra parte, la utilización del registro emocional permite abrir la puerta de acceso al inconsciente para implantar o injertar ideas, deseos, miedos y temores, compulsiones, o inducir comportamientos…
Mantener al público en la ignorancia y la mediocridad. Hacer que el público sea incapaz de comprender las tecnologías y los métodos utilizados para su control y su esclavitud. “La calidad de la educación dada a las clases sociales inferiores debe ser la más pobre y mediocre posible, de forma que la distancia de la ignorancia que planea entre las clases inferiores y las clases sociales superiores sea y permanezca imposible de alcanzar para las clases inferiores (ver ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.
Estimular al público a ser complaciente con la mediocridad. Promover al público a creer que es moda el hecho de ser estúpido, vulgar e inculto…
Reforzar la autoculpabilidad. Hacer creer al individuo que es solamente él el culpable por su propia desgracia, por causa de la insuficiencia de su inteligencia, de sus capacidades, o de sus esfuerzos. Así, en lugar de rebelarse contra el sistema económico, el individuo se auto desvalida y se culpa, lo que genera un estado depresivo, uno de cuyos efectos es la inhibición de su acción. Y, sin acción, no hay revolución!
Conocer a los individuos mejor de lo que ellos mismos se conocen. En el transcurso de los últimos 50 años, los avances acelerados de la ciencia han generado una creciente brecha entre los conocimientos del público y aquellos poseídos y utilizados por las élites dominantes. Gracias a la biología, la neurobiología y la psicología aplicada, el “sistema” ha disfrutado de un conocimiento avanzado del ser humano, tanto de forma física como psicológicamente. El sistema ha conseguido conocer mejor al individuo común de lo que él se conoce a sí mismo. Esto significa que, en la mayoría de los casos, el sistema ejerce un control mayor y un gran poder sobre los individuos, mayor que el de los individuos sobre sí mismos.
“Reproduzca esta información, hágala circular por los medios a su alcance: a mano, a máquina, a mimeógrafo, oralmente. Mande copias a sus amigos: nueve de cada diez las estarán esperando. Millones quieren ser informados. El terror se basa en la incomunicación. Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad. Derrote el terror. Haga circular esta información”.
domingo, 15 de julio de 2012
LAS ARMAS DE LA RAZÖN
de Carlos Victoria, el Domingo, 15 de Julio de 2012 a la(s) 11:28 ·
Enlace: http://www.facebook.com/#!/notes/carlos-victoria/las-armas-de-la-raz%C3%B3n/10150787219099567
Al tiempo que la locomotora de la guerra se desplaza a la sazón de escaramuzas y víctimas por todo el país, el tren de la paz avanza de manera insólita entre el fuego cruzado de la fuerzas del gobierno y la subversión. Un sector de la población indígena asentada en el norte del departamento del Cauca busca impedir de todas las formas posibles que el conflicto armado termine por destruir lo que han construido durante muchos años: la autonomía como una expresión de la resistencia frente a las amenazas y agresiones de todo tipo.
El grito pacifista de los Nasa se ha escuchado en todo el mundo en medio del tableteo de fusiles, el retumbar de las bombas, el ruido de helicópteros, las exhortaciones del presidente Santos, y los llamados a la guerra. La resistencia civil indígena es la apuesta más genuina por la paz y el cese de hostilidades entre las fuerzas del gobierno y la insurgencia. No quieren asumir la condición de víctimas inermes, y como argumenta Bobbio (1997) dejan por sentado que no existe conflicto que no pueda resolverse con las armas de la razón. Una razón ligada, en este caso, al derecho que los asiste como un pueblo que desea vivir en paz.
El proyecto político de la autodeterminación se vale de lo cosmogónico y eso es plausible desde el punto de vista de la identidad cultural, y por tanto choca con la racionalidad de las partes armadas en el conflicto que usan sus territorios para avanzar o replegarse en medio de una confrontación en la que no hay ni vencedores ni vencidos. Los indígenas han dejado constancia que no quieren ser un tercer ausente, como explica Bobbio en uno de sus textos clásicos a propósito de los impactos colaterales en el que los civiles no deben ser agentes pasivos en medio del asedio de la guerra.
Si bien es cierto el conflicto social y armado en el país, y especialmente en el Cauca se cuenta por décadas, el protagonismo de las comunidades Nasa ha construido un nuevo escenario que reconfigura, por lo tanto, el problema de la soberanía del Estado, la autonomía indígena, y las pretensiones de la guerrilla, en este último caso como un factor de perturbación en las disputas pacíficas que adelantan las comunidades en pos de sus propias reivindicaciones. Para los Nasa la guerra es una antítesis de sus conquistas y aspiraciones. Desde 1971 el CRIC sabe que los pueblos indígenas sin territorio, o por fuera de él, pierden todo lo que han obtenido (D´abraccio, 2001). Hoy están condenados a la guerra, pero no tienen otra alternativa que apostar por la paz como condición histórica de supervivencia.
El carácter excluyente de la confrontación entre el Estado y la insurgencia, al desconocer e invisibilizar los patrones culturales y los derechos de los pueblos originarios en sus territorios es una de las claves que explica por qué la resistencia pacífica es una imposición perentoria frente a las presencia y confrontación de ambos ejércitos. Desde esa perspectiva no hay discriminación entre lo legal y lo ilegal, asumiendo el riesgo de ser sacrificados y estigmatizados como de hecho ha sucedido en el pasado y el presente. La ecuación es sencilla: si los indígenas toleran la guerra en sus resguardos se acelerará su condena a la extinción, hecho notorio y aberrante que se desencadenó desde la presencia del invasor español, y el sangriento sometimiento por parte de sus herederos: los terratenientes en alianza con el Estado.
La resistencia civil indígena es la apuesta más genuina por la paz y el cese de hostilidades entre las fuerzas del gobierno y la insurgencia.
“No queremos que el Estado nos dé la mano, sino que nos quite las manos de encima” es un viejo criterio que los Nasa han apropiado, mientras confrontan a una guerrilla con la que no comparten ni sus principios, consignas y métodos, lo cual les otorga una mayor legitimidad a una resistencia que a mitad de semana se transformó en desmantelamiento de trincheras de ambos bandos en las áreas circundantes a Toribio, Miranda, Jambaló y Corinto. Desobedecer a la guerrilla y al ejército a través de una resistencia activa les otorga la base moral a la autodeterminación en el contexto de los derechos humanos y la paz, entendida esta como la no violencia.
El mapa del conflicto armado en el Cauca es tan viejo como la guerra misma que las partes libran en medio de múltiples factores que la hacen prolongada, sangrienta y absurda. Los indígenas han dicho que no necesitan de la violencia guerrillera para recuperar las tierras y defender las que han recuperado, al tiempo que desconfían de la presencia militar del Estado por considerar que todo tipo de violencia riñe con sus principios de vida. A cambio laGuardia Indígena emerge como el dispositivo que cohesiona el dispositivo pacifista. Algo va de un bastón de mando a un fúsil.
La intensidad de la guerra ha hecho olvidar que bajo estos principios los Nasa han expulsado de su territorio a los narcotraficantes y sus laboratorios; se han opuesto al secuestro por parte de la subversión armada, rescatando funcionarios víctimas del plagio; y así mismo han bloqueado el accionar de la fuerza pública. La respuesta de los armados ha sido la de asociarlos con las milicias guerrilleras y/o como colaboradores del ejército. La declaración de la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca, ACIN es concreta: “Nos declaramos en resistencia permanente hasta que los grupos y ejércitos armados se vayan de nuestra casa”.
La matriz con la cual se explica el conflicto armado en Colombia no funciona para este caso, porque de por medio está la organización indígena de mayor tradición de lucha. Las asociaciones indígenas no son propiamente un brazo político de la guerrilla, ni tampoco un instrumento de control social y político del gobierno. Han sido el mecanismo a través del cual han plasmado su programa de recuperación de tierras, columna vertebral de su razón de ser. Tampoco la matriz de la guerra “contra el terrorismo” y la “guerra por la liberación nacional” ha sido el espacio fratricida en el que se reconoce el grueso de la población indígena.
Indudablemente que la postura de los indígenas es un desafío ante los guerreros de ambos bandos, y ha puesto a pensar al país sobre las disyuntivas que como pueblo deben asumir antes que se han borrados del mapa, engrosando las filas de los desplazados que ya se cuentan por millones en el país. Los Nasa vuelven a dar ejemplo ante Colombia y el mundo sobre su capacidad, tenacidad y voluntad de enfrentar la adversidad apelando a lo que han aprendido a través de siglos de lucha: resistir para subsistir, aunque desde las derechas se les tilde de románticos, atrevidos y hasta de ingenuos cómplices.
A estos sectores no sobra recordarles las palabras de la Premio Nóbel de la Paz, Rigoberta Menchú (1992): "Es posible que algunos centros de poder político y económico, varios estadistas e intelectuales, todavía no alcancen a comprender el despertar y la configuración promisoria que significa la participación activa de los pueblos indígenas en todos los terrenos de la actividad humana, pero el movimiento amplio y plural desencadenado por las expresiones políticas e intelectuales amerindias terminará por convencerlos de que, objetivamente, somo parte constituyente de las alternativas históricas que se están gestando a nivel mundial".
15 de julio de 2012
Al tiempo que la locomotora de la guerra se desplaza a la sazón de escaramuzas y víctimas por todo el país, el tren de la paz avanza de manera insólita entre el fuego cruzado de la fuerzas del gobierno y la subversión. Un sector de la población indígena asentada en el norte del departamento del Cauca busca impedir de todas las formas posibles que el conflicto armado termine por destruir lo que han construido durante muchos años: la autonomía como una expresión de la resistencia frente a las amenazas y agresiones de todo tipo.
El grito pacifista de los Nasa se ha escuchado en todo el mundo en medio del tableteo de fusiles, el retumbar de las bombas, el ruido de helicópteros, las exhortaciones del presidente Santos, y los llamados a la guerra. La resistencia civil indígena es la apuesta más genuina por la paz y el cese de hostilidades entre las fuerzas del gobierno y la insurgencia. No quieren asumir la condición de víctimas inermes, y como argumenta Bobbio (1997) dejan por sentado que no existe conflicto que no pueda resolverse con las armas de la razón. Una razón ligada, en este caso, al derecho que los asiste como un pueblo que desea vivir en paz.
El proyecto político de la autodeterminación se vale de lo cosmogónico y eso es plausible desde el punto de vista de la identidad cultural, y por tanto choca con la racionalidad de las partes armadas en el conflicto que usan sus territorios para avanzar o replegarse en medio de una confrontación en la que no hay ni vencedores ni vencidos. Los indígenas han dejado constancia que no quieren ser un tercer ausente, como explica Bobbio en uno de sus textos clásicos a propósito de los impactos colaterales en el que los civiles no deben ser agentes pasivos en medio del asedio de la guerra.
Si bien es cierto el conflicto social y armado en el país, y especialmente en el Cauca se cuenta por décadas, el protagonismo de las comunidades Nasa ha construido un nuevo escenario que reconfigura, por lo tanto, el problema de la soberanía del Estado, la autonomía indígena, y las pretensiones de la guerrilla, en este último caso como un factor de perturbación en las disputas pacíficas que adelantan las comunidades en pos de sus propias reivindicaciones. Para los Nasa la guerra es una antítesis de sus conquistas y aspiraciones. Desde 1971 el CRIC sabe que los pueblos indígenas sin territorio, o por fuera de él, pierden todo lo que han obtenido (D´abraccio, 2001). Hoy están condenados a la guerra, pero no tienen otra alternativa que apostar por la paz como condición histórica de supervivencia.
El carácter excluyente de la confrontación entre el Estado y la insurgencia, al desconocer e invisibilizar los patrones culturales y los derechos de los pueblos originarios en sus territorios es una de las claves que explica por qué la resistencia pacífica es una imposición perentoria frente a las presencia y confrontación de ambos ejércitos. Desde esa perspectiva no hay discriminación entre lo legal y lo ilegal, asumiendo el riesgo de ser sacrificados y estigmatizados como de hecho ha sucedido en el pasado y el presente. La ecuación es sencilla: si los indígenas toleran la guerra en sus resguardos se acelerará su condena a la extinción, hecho notorio y aberrante que se desencadenó desde la presencia del invasor español, y el sangriento sometimiento por parte de sus herederos: los terratenientes en alianza con el Estado.
La resistencia civil indígena es la apuesta más genuina por la paz y el cese de hostilidades entre las fuerzas del gobierno y la insurgencia.
“No queremos que el Estado nos dé la mano, sino que nos quite las manos de encima” es un viejo criterio que los Nasa han apropiado, mientras confrontan a una guerrilla con la que no comparten ni sus principios, consignas y métodos, lo cual les otorga una mayor legitimidad a una resistencia que a mitad de semana se transformó en desmantelamiento de trincheras de ambos bandos en las áreas circundantes a Toribio, Miranda, Jambaló y Corinto. Desobedecer a la guerrilla y al ejército a través de una resistencia activa les otorga la base moral a la autodeterminación en el contexto de los derechos humanos y la paz, entendida esta como la no violencia.
El mapa del conflicto armado en el Cauca es tan viejo como la guerra misma que las partes libran en medio de múltiples factores que la hacen prolongada, sangrienta y absurda. Los indígenas han dicho que no necesitan de la violencia guerrillera para recuperar las tierras y defender las que han recuperado, al tiempo que desconfían de la presencia militar del Estado por considerar que todo tipo de violencia riñe con sus principios de vida. A cambio laGuardia Indígena emerge como el dispositivo que cohesiona el dispositivo pacifista. Algo va de un bastón de mando a un fúsil.
La intensidad de la guerra ha hecho olvidar que bajo estos principios los Nasa han expulsado de su territorio a los narcotraficantes y sus laboratorios; se han opuesto al secuestro por parte de la subversión armada, rescatando funcionarios víctimas del plagio; y así mismo han bloqueado el accionar de la fuerza pública. La respuesta de los armados ha sido la de asociarlos con las milicias guerrilleras y/o como colaboradores del ejército. La declaración de la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca, ACIN es concreta: “Nos declaramos en resistencia permanente hasta que los grupos y ejércitos armados se vayan de nuestra casa”.
La matriz con la cual se explica el conflicto armado en Colombia no funciona para este caso, porque de por medio está la organización indígena de mayor tradición de lucha. Las asociaciones indígenas no son propiamente un brazo político de la guerrilla, ni tampoco un instrumento de control social y político del gobierno. Han sido el mecanismo a través del cual han plasmado su programa de recuperación de tierras, columna vertebral de su razón de ser. Tampoco la matriz de la guerra “contra el terrorismo” y la “guerra por la liberación nacional” ha sido el espacio fratricida en el que se reconoce el grueso de la población indígena.
Indudablemente que la postura de los indígenas es un desafío ante los guerreros de ambos bandos, y ha puesto a pensar al país sobre las disyuntivas que como pueblo deben asumir antes que se han borrados del mapa, engrosando las filas de los desplazados que ya se cuentan por millones en el país. Los Nasa vuelven a dar ejemplo ante Colombia y el mundo sobre su capacidad, tenacidad y voluntad de enfrentar la adversidad apelando a lo que han aprendido a través de siglos de lucha: resistir para subsistir, aunque desde las derechas se les tilde de románticos, atrevidos y hasta de ingenuos cómplices.
A estos sectores no sobra recordarles las palabras de la Premio Nóbel de la Paz, Rigoberta Menchú (1992): "Es posible que algunos centros de poder político y económico, varios estadistas e intelectuales, todavía no alcancen a comprender el despertar y la configuración promisoria que significa la participación activa de los pueblos indígenas en todos los terrenos de la actividad humana, pero el movimiento amplio y plural desencadenado por las expresiones políticas e intelectuales amerindias terminará por convencerlos de que, objetivamente, somo parte constituyente de las alternativas históricas que se están gestando a nivel mundial".
15 de julio de 2012
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