sábado, 1 de marzo de 2014

SOPINGA, AL CRUCE DE DOS RIOS




SOPINGA AL CRUCE DE DOS RÍOS

Por José Carlos Vinasco Gamboa
 Fuente; revista Juglar, número uno. 
Acerca de la adaptación al teatro de la novela Risaralda.
Crónica teatral
En el teatro municipal, Santiago Londoño, tuvo lugar el más importante evento teatral de la ciudad, al menos así fue publicitado por los medios, en el marco de la celebración del sesquicentenario, al que se llamó Risaralda Musical, basada en la novela del escritor caldense Bernardo arias Trujillo, Risaralda, y la dirección del actor Germán Jaramillo, quien inicialmente presentó el proyecto a la gobernación del Risaralda, contando con su patrocinio, en asocio con el Instituto Municipal de Cultura y Fomento al Turismo, el Teatro nacional y la compañía de Teatro de Nueva York del citado director. El señor Jaramillo con sus asistentes acometieron el trabajo y empezaron  por vincular actores provenientes de las comunidades de la región, Zarzal, Cartago, la Virginia y Pereira, para lo cual contaban con recursos, que entre nosotros siempre acaban por escasear, aunque los actores naturales son una moda que justifica el presupuesto.  La novela, escrita a mediados de la década de los años 30, nos va a relatar la historia de Sopinga, en el lugar donde se había configurado una pequeña aldea, en realidad el palenque que sus habitantes llamaban Nigricia, nombres que le dieran los afro descendientes que huían de la esclavitud y llamada luego La Virginia por los blancos que usurparon sus tierras. La trama nos muestra la lucha de las comunidades afro por liberarse de la esclavitud a la que fueron sometidos en las haciendas señoriales vallecaucanas y que a través del río Cauca llegan al punto en el cual éste se cruza con el río Risaralda,  el río que corre hacia atrás, en contravía, rebelde y libertario, en el cruce con el Cauca donde desemboca, y en el cual fundan Sopinga. En la novela de Arias Trujillo la historia de Sopinga se cuenta desde abajo, es narrada por los esclavos, el personaje central es la negra Pacha Durán y su hija, la niña Canchéla, quien a la postre será protagonista de una historia de amor diferente a la narrada por Jorge Isaac en María, novela donde se expresa el esclavista, el amo de la hacienda, en un trasfondo de negros que parecen vivir felices bajo el yugo del opresor y aceptan su condición de esclavos, siendo la hacienda señorial el escenario de una romántica historia de amor entre dos blancos, Efraín y María, en un contexto de negros, magistralmente descritos en sus  fiestas y costumbres; en Sopinga en cambio, son los que huyen de las haciendas señoriales, los que vienen por el río Cauca liberados a construir su palenque, su ciudad, su historia. La trama de amor que tiene lugar en Sopinga, es entre una negra, la bella hija de Pacha Durán y Juan Manuel, un vaquero que llega al lugar cuando los colonizadores blancos llegados por el río en un barco, se instalan y toman las riendas del poder, dando inicio a la acumulación originaria del capital, sometiendo de nuevo a la población afro descendiente a condiciones de esclavitud y sojuzgamiento peores que aquellos que tenían en las antiguas haciendas vallecaucanas. El blanco impone la sociedad patriarcal, el servilismo, y los afro descendientes luchan por mantener las raíces de su cultura, resisten el avasallamiento y se enfrentan a la Iglesia, a la autoridad y a la ley. Representar esto no es fácil. La obra de Bernardo Arias Trujillo está cargada de poesía, cada palabra es poética, y  todo apunta en ella a su tragedia, como en el teatro de Shakespeare, ningún personaje es aislado, todo lo que se narra u vive en ella de esta historia, nada es casual o arbitrario, es el conjunto, lo colectivo, la alegría de los negros, la música y el baile, la resistencia y la lucha lo que lo caracteriza y cada personaje, cada palabra y todos los actos están saturados de poesía, y el esfuerzo por representar humanamente la obra de Arias Trujillo, no significa que haya sido bien representada.  En la novela nada es inútil. Todo está allí para la historia, no se limita al personaje y la tragedia, va mas allá, la tragedia de los negros es la tragedia de la niña Canchela y la muerte de Juan Manuel es la muerte de la sociedad que se impone y debe ser destruída.  Nada de esto llega al público.  Las dimensiones poéticas no afloran, y a pesar de no lograrlo algo inquietante se filtra, se expresa, se hace evidente. Todo está en el contexto, en las contradicciones, en la presencia de la multitud, en los contrastes, es el canto del negro y su relación con la naturaleza, con lo vivo y con lo muerto, esto que surge y se evidencia es a pesar de, y no porque la poesía haya sido plenamente plasmada, es por la innegable condición humana, por la tragedia de sus luchas y por el sentido de libertad que la entraña. La puesta en escena a veces tiene la monotonía de su director pero la salvan los jóvenes muchachos y muchachas que actúan en ella y que provienen de los barrios populares y sectores rurales de nuestra amplia comunidad. El director ha prevenido la crítica argumentando que los actores están en un proceso de formación y una mezcla con actores profesionales la blindan al sentido crítico de la mirada del inquieto espectador que todavía cree en el teatro y se acomoda en la sillas para observarlo. Pero nada escapa a la lupa despiadada de la poesía.  La música no suple las falencias de la dirección, Al contrario, las revela.  Esto me lleva a una reflexión sobre la relación música-teatro y a una actualización de los conceptos brechtianos que no son fáciles de asimilar, pero dejan grandes lecciones al momento de pretender realizar una obra musical.  Me basta señalar que el lenguaje teatral como específicamente artístico integra la música a su designio de tal manera que la misma no deviene autónoma, circunstancial o dominante, no se hacen separados y distintos, la música entra al teatro en la dimensión gestual, se hace parte de su poesía, de tal suerte que si el público aplaude la música como algo independiente de la tragedia de los personajes, es un indicio que vamos en el peor de los caminos, o si el público toma aparte las canciones o las melodías sin conectarlas con la tragedia, debemos preocuparnos.
El Domingo 25 de agosto, en horas de la noche tuvo lugar un ensayo público de la obra, allí estuvimos y vimos llegar innumerables personas, ávidos de teatro, obreros, empleados, jóvenes estudiantes sectores populares, familiares de los actores, todos ellos colmaron la sala del teatro, no pagaron un peso porque el ensayo era gratuito, que resultó incluso mejor que la presentación oficial el martes 27 de agosto ante un público selecto que pagó 30.000 pesos por el ingreso a la sala pero escasamente colmó parte de ella, sin pena ni gloria. Allí vimos entrar a los descendientes de los blancos usurpadores, a las mediocres autoridades locales, incultas y satisfechass de sí mismas, personajes que no buscan el teatro como diversión y conocimiento si no para vanagloriarse o buscar popularidad,, este segundo público, el de la hora de los hornos, pasó tristemente, por el teatro Santiago Londoño y el recuerdo de lo que pasó en la escena quedará sólo para el ensayo de primera hora, el de la gratuidad, el de los actores populares que superaron a los profesionales y las intensiones de un director pequeñoburgués que no prosperaron pero que quedaron evidenciadas en el extremo de  la tragedia que vive el teatro ante la máscara hipócrita del enfoque burgués con su asqueante mundo intelectual y moral.

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