SOPINGA AL CRUCE DE DOS RÍOS
Por José Carlos Vinasco Gamboa
Fuente; revista Juglar, número uno.
Acerca de la adaptación al teatro de la novela Risaralda.
Crónica teatral
En el teatro municipal,
Santiago Londoño, tuvo lugar el más importante evento teatral de la ciudad, al
menos así fue publicitado por los medios, en el marco de la celebración del
sesquicentenario, al que se llamó Risaralda Musical, basada en la novela del
escritor caldense Bernardo arias Trujillo, Risaralda, y la dirección del actor
Germán Jaramillo, quien inicialmente presentó el proyecto a la gobernación del
Risaralda, contando con su patrocinio, en asocio con el Instituto Municipal de
Cultura y Fomento al Turismo, el Teatro nacional y la compañía de Teatro de
Nueva York del citado director. El señor Jaramillo con sus asistentes
acometieron el trabajo y empezaron por
vincular actores provenientes de las comunidades de la región, Zarzal, Cartago,
la Virginia y Pereira, para lo cual contaban con recursos, que entre nosotros
siempre acaban por escasear, aunque los actores naturales son una moda que
justifica el presupuesto. La novela,
escrita a mediados de la década de los años 30, nos va a relatar la historia de
Sopinga, en el lugar donde se había configurado una pequeña aldea, en realidad
el palenque que sus habitantes llamaban Nigricia, nombres que le dieran los
afro descendientes que huían de la esclavitud y llamada luego La Virginia por
los blancos que usurparon sus tierras. La trama nos muestra la lucha de las
comunidades afro por liberarse de la esclavitud a la que fueron sometidos en
las haciendas señoriales vallecaucanas y que a través del río Cauca llegan al
punto en el cual éste se cruza con el río Risaralda, el río que corre hacia atrás, en contravía,
rebelde y libertario, en el cruce con el Cauca donde desemboca, y en el cual fundan
Sopinga. En la novela de Arias Trujillo la historia de Sopinga se cuenta desde
abajo, es narrada por los esclavos, el personaje central es la negra Pacha
Durán y su hija, la niña Canchéla, quien a la postre será protagonista de una
historia de amor diferente a la narrada por Jorge Isaac en María, novela donde
se expresa el esclavista, el amo de la hacienda, en un trasfondo de negros que
parecen vivir felices bajo el yugo del opresor y aceptan su condición de
esclavos, siendo la hacienda señorial el escenario de una romántica historia de
amor entre dos blancos, Efraín y María, en un contexto de negros,
magistralmente descritos en sus fiestas
y costumbres; en Sopinga en cambio, son los que huyen de las haciendas
señoriales, los que vienen por el río Cauca liberados a construir su palenque,
su ciudad, su historia. La trama de amor que tiene lugar en Sopinga, es entre
una negra, la bella hija de Pacha Durán y Juan Manuel, un vaquero que llega al
lugar cuando los colonizadores blancos llegados por el río en un barco, se
instalan y toman las riendas del poder, dando inicio a la acumulación
originaria del capital, sometiendo de nuevo a la población afro descendiente a
condiciones de esclavitud y sojuzgamiento peores que aquellos que tenían en las
antiguas haciendas vallecaucanas. El blanco impone la sociedad patriarcal, el
servilismo, y los afro descendientes luchan por mantener las raíces de su
cultura, resisten el avasallamiento y se enfrentan a la Iglesia, a la autoridad
y a la ley. Representar esto no es fácil. La obra de Bernardo Arias Trujillo
está cargada de poesía, cada palabra es poética, y todo apunta en ella a su tragedia, como en el
teatro de Shakespeare, ningún personaje es aislado, todo lo que se narra u vive
en ella de esta historia, nada es casual o arbitrario, es el conjunto, lo
colectivo, la alegría de los negros, la música y el baile, la resistencia y la
lucha lo que lo caracteriza y cada personaje, cada palabra y todos los actos
están saturados de poesía, y el esfuerzo por representar humanamente la obra de
Arias Trujillo, no significa que haya sido bien representada. En la novela nada es inútil. Todo está allí
para la historia, no se limita al personaje y la tragedia, va mas allá, la
tragedia de los negros es la tragedia de la niña Canchela y la muerte de Juan
Manuel es la muerte de la sociedad que se impone y debe ser destruída. Nada de esto llega al público. Las dimensiones poéticas no afloran, y a
pesar de no lograrlo algo inquietante se filtra, se expresa, se hace evidente.
Todo está en el contexto, en las contradicciones, en la presencia de la
multitud, en los contrastes, es el canto del negro y su relación con la
naturaleza, con lo vivo y con lo muerto, esto que surge y se evidencia es a
pesar de, y no porque la poesía haya sido plenamente plasmada, es por la
innegable condición humana, por la tragedia de sus luchas y por el sentido de
libertad que la entraña. La puesta en escena a veces tiene la monotonía de su
director pero la salvan los jóvenes muchachos y muchachas que actúan en ella y
que provienen de los barrios populares y sectores rurales de nuestra amplia
comunidad. El director ha prevenido la crítica argumentando que los actores están
en un proceso de formación y una mezcla con actores profesionales la blindan al
sentido crítico de la mirada del inquieto espectador que todavía cree en el
teatro y se acomoda en la sillas para observarlo. Pero nada escapa a la lupa
despiadada de la poesía. La música no
suple las falencias de la dirección, Al contrario, las revela. Esto me lleva a una reflexión sobre la
relación música-teatro y a una actualización de los conceptos brechtianos que
no son fáciles de asimilar, pero dejan grandes lecciones al momento de
pretender realizar una obra musical. Me
basta señalar que el lenguaje teatral como específicamente artístico integra la
música a su designio de tal manera que la misma no deviene autónoma,
circunstancial o dominante, no se hacen separados y distintos, la música entra
al teatro en la dimensión gestual, se hace parte de su poesía, de tal suerte
que si el público aplaude la música como algo independiente de la tragedia de
los personajes, es un indicio que vamos en el peor de los caminos, o si el público
toma aparte las canciones o las melodías sin conectarlas con la tragedia,
debemos preocuparnos.
El Domingo 25 de agosto, en
horas de la noche tuvo lugar un ensayo público de la obra, allí estuvimos y
vimos llegar innumerables personas, ávidos de teatro, obreros, empleados,
jóvenes estudiantes sectores populares, familiares de los actores, todos ellos
colmaron la sala del teatro, no pagaron un peso porque el ensayo era gratuito,
que resultó incluso mejor que la presentación oficial el martes 27 de agosto
ante un público selecto que pagó 30.000 pesos por el ingreso a la sala pero
escasamente colmó parte de ella, sin pena ni gloria. Allí vimos entrar a los
descendientes de los blancos usurpadores, a las mediocres autoridades locales,
incultas y satisfechass de sí mismas, personajes que no buscan el teatro como
diversión y conocimiento si no para vanagloriarse o buscar popularidad,, este
segundo público, el de la hora de los hornos, pasó tristemente, por el teatro
Santiago Londoño y el recuerdo de lo que pasó en la escena quedará sólo para el
ensayo de primera hora, el de la gratuidad, el de los actores populares que
superaron a los profesionales y las intensiones de un director pequeñoburgués
que no prosperaron pero que quedaron evidenciadas en el extremo de la tragedia que vive el teatro ante la
máscara hipócrita del enfoque burgués con su asqueante mundo intelectual y
moral.
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