CALI : LA CIUDAD FASCINACIÓN
Autor: Guillermo Pulecio Corredor
Autor: Guillermo Pulecio Corredor
Cuando se pregunta sobre que
piensa de Cali en otro lugar del país se empieza ha desbordar la mas variada
interpretación fantástica del sentimiento sobre esta ciudad y puede escucharse
cosas como que es una “ciudad muy bella”, que sus “mujeres son muy hermosas”,
que es ciudad de gentes alegres en la que solo se vive para la fiesta :
“me gustaría ir a Cali a rumbear” se escucha con frecuencia, es decir, ir a
liberar sus espíritus de bohemios y bailadores ; algunos piensan aún que
es una ciudad deportiva dotada de excelentes escenarios, los mas intimistas
recuerdan que después de un día cálido no hay mayor fascinación que la brisa
acariciadora que baja de sus cerros a partir de las 3 de la tarde. Que la imagen
mas representativa de la ciudad en sus recuerdos es la eterna postal donde
aparece la Ermita, pero, que no se pueden imaginar a la ciudad sin los cerros
tutelares de Las Tres Cruces y Cristorey, y sobre todo sin el Río Cali. Cuando
se habla con la gente sobre que piensa de Cali no se puede hablar sino en
lenguaje de evocación de lugares y paisaje.
Dentro de la ciudad, entre sus moradores, se piensa que
hay civismo ciudadano, que ha sido pionera en proyectos demostrativos como la
Terminal de Transportes y el Campus Universitario, que por decisión de
autoridades municipales se ha llevado la formación artística a las franjas menos
favorecidas de la población con el Instituto Popular de Cultura y el Instituto
Colombiano de Ballet, que por
primera vez se creó y se puso a andar una Corporación para la Recreación y el
Deporte Popular, que el ciudadano común está acostumbrado a guardar la fila
para tomar el autobús, que se cuenta con una de las ciudades mas arborizadas,
que “la Torre de Cali” se piensa que es el edificio mas alto de Sudamérica, que
la “calle rosa” de la ciudad es la Avenida
Sexta, que a los intelectuales se les puede encontrar en los Cafés de Los
Turcos, y que el balneario del río Pance, ahora “Parque de la Salud”, a
distancia de autobús urbano no tienen igual en el panorama nacional. Que muchos
amamos a los Farallones en secreto, porque en sus faldones, acantilados y
cascadas entre la vegetación espesa y recóndita, se sospecha y se cree que habitan las
prístinas deidades protectoras y creadoras de la vida de la ciudad. Dicho y
rumiado lentamente lo anterior, con un egocentrismo amoroso por quienes
habitamos aquí, en la ciudad de los mil nombres, bien llamada en otrora la
“Sultana del Valle” o la “Sucursal del Cielo”, mas recientemente fue la
“Capital deportiva de América”, “Cali la Bella” o “Cali Pachanguero” y que,
últimamente se cree desde el punto de vista oficial, es la “Ciudad de los siete
ríos”.
Cuando se piensa en esta ciudad
también se añora la ciudad del recuerdo, no hace mas de treinta años era un
pueblo con sus personajes típicos y sus lugares de encuentro, no se puede
olvidar que existieron personajes tan propios y tan importantes para la
alucinación colectiva y estrafalaria como fueron “la reina Jobita”, “Pacho
saco”, el cuentero de la exageración y sobador “Riverita”, de los travestidos
“La Mirla” y “Botello”, del limosnero “Guerra” y mil mas que no fueron
registrados ni percibidos por la pintura y la literatura urbana, tan propios
como “La maceta”, el Champús” y el “pandebono” ; de lugares desaparecidos como el
“charco del burro” (hoy La Tertulia), el viejo obelisco, el Hotel Alférez (hoy
el parquecito de los Poetas), la Gobernación de San Francisco y el batallón del Paseo Bolívar (hoy el CAM) que fueron demolidos en
aras del “progreso” de la ciudad. Como olvidar que se tejía una cultura para
aprende a amar este terruño cuando refiriéndose a sus límites y a la fuente de
progreso económico en las ferias se pasaban consignas como ¡Viva Cali,
chipichape y Yumbo ! ¡Cali es Valle, lo demás es loma ! con un
orgullo inocente, con las ganas de que la fiesta se hiciera interminable. Claro
que era posible esa alternativa y se
cantaba “del puente para allá Juanchito, del puente para acá es Cali” y en efecto se podía amanecer en Candelaria.
Una ciudad del recuerdo donde la mayoría de los habitantes teníamos algún tipo
de relación con el Centro de la ciudad, hoy en día se puede vivir
satelitalmente y prescindir de la autoidentificación con esos hitos contenidos
en el centro viejo de la ciudad, hoy existen uno o varios centros por comuna en
una tendencia a la dispersión permanente, trazado desde los años setenta por
los planificadores cuando se propuso como estrategia la creación de polos de
desarrollo para hacer ciudad desde este punto de vista funcional.