¡SER
O NO SER! Esa es la cuestión.
Por José Carlos Vinasco Gamboa
Fuente: Revista Juglar Año 2 No. 3 Junio de 2015
Sí, hay teatro,
representaciones, grupos, festivales y eventos, máscaras, zancos, en grandes y
pequeñas salas, en las calles, parques y plazas, se juntan, se paran, elevan y
caen. El teatro vive su drama, como
nunca antes, no sabe qué hacer, pero hace, no sabe qué decir, pero dice, no
sabe que contar, pero cuenta. Pasa como una sombra, desaparece entre telones y
vuelve con el rostro cambiado. Un gesto
teatral, el cuerpo del actor, los movimientos que pueblan la escena, se abren
paso entre los signos de una época terrible, sobrecargada de historia,
autodestrucción y muerte. El actor es
consumido y devorado por la purulenta vida social donde es atrapado y
desahuciado al mismo tiempo, pero lucha, porque sabe que el ser o no ser del
arte teatral es la pesadilla que lo atormenta desde Shakespeare, aunque hoy con
un sentido diferente. El ser o no ser
del teatro contemporáneo abarca una problemática de una magnitud crítica superior
a la de épocas precedentes, por ejemplo, desde principios del siglo XX, con el
auge del cinematógrafo, se anunció la muerte del teatro, pero pronto la
evidencia demostró su tremenda vitalidad y sobrevivió a esos augurios. Las artes escénicas, en el mundo global del
mercado capitalista, sucumben y se deterioran, `porque el desprecio por lo
humano alcanza dimensiones indecibles. Actores
y actrices, periodistas y escritores, son comprados por el mercado capitalista
y se transfieren al infecundo mundo del entretenimiento, donde se ahogan los
pensamientos, las ideas y la creatividad.
El capitalismo mella el filón revolucionario de las artes
escénicas. No obstante, el teatro
reaparece, vuelve a retomar el tiempo perdido, los actores retornan, ¿tienen
historias qué contarnos? ¿Tienen algo para decirnos?
En otras palabras, los
nuevos relatos ¿surgen del teatro preexistente?
¿Imitamos a Shakespeare, Lope de Vega o Bertolt Brecht? ¿O retomamos a
Sófocles o Eurípides? ¿Contamos las mismas historias adaptadas a un mundo
diferente?
Los relatos contados por el
teatro desde la Antigüedad griega hasta nuestros tiempos surgían de aquellas
sociedades, de lo profundo de sus culturas, de su mitología, de su historia
concreta, de sus creencias. Edipo Rey no es posible sino en aquella
sociedad donde lo humano y lo divino no
están en conflicto, donde la polis es divinidad, la contradicción entre Religión
y Estado,
que aparece solamente en el
mundo moderno, no ocurría en el mundo Antiguo.
. Edipo debe investigar el crimen de Layo para aplacar la furia de los
dioses que han enviado la peste sobre Tebas y finalmente, el destino trazado
por el oráculo de Delfos se cumple inexorable; Edipo, sin saberlo, da muerte a
su padre para luego casarse con Yocasta, sin sospechar que era su madre.
Descubierta por Edipo la verdad, luego de interrogar a los testigos, entre
ellos el ciego Tiresias, conocedor de las razones de la peste y los terribles
designios del oráculo, Edipo se arranca los ojos y emigra al destierro. Este vigoroso relato, con personajes que
hacen brotar la vida a borbotones, es comprensible solo en ese contexto del
cual surgió y como la luz de una estrella que ha explotado hace miles de años,
llega hasta nuestros días porque a pesar de provenir de un mundo ya
desaparecido, algo dice a los hombres de nuestro tiempo, algo se desgarra desde
allá y nos toca y nos hiere, que está presente en la humanidad y que nos es
común que es el elemento revolucionario que le permite a los relatos poéticos
trascender a su origen y a su tiempo, el pasado siempre tiene algo que decir a
los hombres del futuro que preservan en su memoria los momentos luminosos de
sus luchas, sus grandes preocupaciones, sus victorias y sus derrotas, las
decisiones que hay que tomar, como arrancarse los ojos o enfrentarse a la
muerte.
En tiempos más recientes,
Nicolás Maquiavelo irrumpe en el escenario de la filosofía y establece la
ruptura con el mundo medieval, hace estallar las tradiciones teológicas, define
con claridad el objeto de la Política y la inaugura como ciencia y fecunda el
mundo cultural en todos los ámbitos al punto que el libro preferido del
dramaturgo Inglés William Shakespeare era El Príncipe y su lectura fue
influyente y decisiva en la aparición de sus grandes dramas históricos, Ricardo
III, Hamlet, El Rey Lear, Otelo, etc.
Estos relatos eran fruto de las profundas transformaciones culturales
dadas en aquellos tiempos, que permitieron la formación de estos grandes
artistas, así como Leonardo y Miguel Ángel fueron posibles gracias al
renacimiento italiano. El teatro
construyó sus relatos siguiendo la tradición de la juglaría de la baja edad
media, sustanciada de crítica y burlas a los curas, príncipes y cortes de
aquellos tiempos, permitiendo la aparición del teatro popular en la tradición
de Lope de Vega, Calderón de la Barca y muchos otros.
Bertolt Brecht aparece en
los tiempos del desorden, la insensibilidad, el crimen y las guerras más
destructivas y masivas jamás antes existentes, busca ser sabio y se nutre de
pensamientos marxistas, como Shakespeare se había nutrido del pensamiento
avanzado de su tiempo. Brecht toma partido por los trabajadores, inmigrantes,
por todos aquellos cuya suela de los zapatos se desgasta más huyendo de la
guerra en los tiempos de la lucha de clases y en la esperanza que algún día el
hombre será el mejor amigo del hombre.
Unidos por un poderoso hilo en la espiral del tiempo, Shakespeare en los albores del capitalismo y
la violencia propia de la acumulación originaria que le tocó vivir y Brecht en
los tiempos del imperialismo, la conquista de territorios y la devastación
generalizada por la guerra mundial con millones de víctimas sembradas en La
Tierra Baldía, despuntan obras esclarecedoras como Cabezas redondas y Cabezas puntiagudas, La
Madre, Madre coraje, El círculo de Tiza Caucasiano, los fusiles de Teresa
Carrara, las queno hubieran sido posibles sin el mundo cultural introducido por
el marxismo como expresión cualificada de una visión del mundo, filosofía y
praxis del movimiento obrero contra el Capital y todas sus formas de
explotación, caos y destrucción de la vida humana, que garantiza a la clase
burguesa internacional la tasa de beneficio a favor de un puñado de
archimillonarios que actúan contra la humanidad para salvaguardar sus atroces
negocios por los que desatan toda clase de crímenes, sin detenerse.
Vivimos tiempos terribles.
Los hombres son devorados por lo que consumen y atrapados en los mercados
globales, el capitalismo busca avasallar todas nuestras vidas y apoderarse de
nuestros cuerpos, Los nuevos relatos
poéticos y teatrales surgen de allí como expresión de la resistencia y de la
lucha. Los niños de la Franja de Gaza,
ven su escuela destruida por los mísiles del sionismo israelí, ¿no ameritan una
historia, un relato? La anciana de 85
años, víctima del desahusio fruto de la crisis, por una deuda con el banco por
avalar a su hijo, ¿No es acaso una tragedia que puede y debe apropiarla el
teatro?? Piensen en seis furgones de Policía que llegan al lugar para
desalojarla, tal como ocurrió, ¿debe esto pasar inadvertido para los
dramaturgos y gentes del teatro?
La historia de Ángel Miro, un aldeano
colombiano al cual la Alcaldía le entregó un lote a la orilla del río que
bordea el pueblo y le dio dinero para que hiciera una casa, que por ser tan
poco sólo pudo construirla de cartón con plásticos y baldosas colocadas sobre
el piso de tierra, y a los siete meses de estar allí, viviendo del río como
arenero, esa misma alcaldía da la orden de desalojo, y para hacerla efectiva,
una mañana, muy temprano, cuando apenas los moradores despertaban aparece el SMAAD, grupo antidisturbios, otro
de antiexplosivos, el de antinarcóticos, miembros de la Policía Nacional,
funcionarios civiles de la Alcaldía del municipio, que lo apresan y lo someten
con su familia y luego, al final del operativo, hacen aparecer como si fueran
magos, unas municiones para llevárselo preso en un falso positivo. Encarcelado en espera de una condena a nueve
años su familia sufre toda clase de miserias y se sume en la
desesperación. Un abogado que asume la
defensa de aquel hombre se da cuenta de la injusticia y convence al fiscal para
que retire los cargos luego de sufrir un año de prisión. El fiscal, que no se detiene ante nada para
acusar a las personas, de pronto reacciona y finalmente accede.
¿No es esto digno de un
relato teatral? Nos dirán que son historias provincianas y en todo caso
indignas porque no están en la globalidad, expresión que se opone a lo local
que se concibe expúreo e indigno porque no está en el mercado, como antes nos
decían algunos personajes con aire de eruditos, que relatos como la Mala hora de
García Márquez no tenían universalidad y que la narración de la masacre en la zona bananera en Cien años de
soledad, tampoco tenía esa dimensión.
Este lenguaje que discrimina en nombre de una supuesta “alta cultura” ha
quedado pulverizado y sus epígonos, olvidados en la oscuridad del pensamiento liberal y del fascismo.
El teatro no surge del
teatro, como la poesía no surge de la poesía.
Esta idea retomada por Antonio Gramsci del filósofo Benedetto Croce, en
los primeros años del siglo pasado y
llevada a las dimensiones del “arte comprometido” que apuntala Jean-Paul Sartre,
cuya fuerza se expresa en la totalidad del arte del siglo XX, en su capacidad
militante, en el hecho de mezclarse con las multitudes y expresarse en medio de
esa gran diversidad, donde los artistas trabajan y luchan, donde bulle el
teatro por todos los escenarios imaginables e inimaginables, los nuevos relatos surgen de la vida que
vivimos, de su confrontación, del ajuste de cuentas con las ideologías, de la
creación de un mundo cultural donde puedan tener lugar la formación de nuevos
artistas, su aparición en un nuevo renacimiento, que sacude las mentes, que
asume los cuerpos, que transforma lo que toca, que inunda el mundo con el gesto
nuevo propio de los tiempos que avanzan, el actor nuevo aparece con sus
relatos, ese actor va al cine, a los juicios orales, transita la calle y
aprende de los hombres y las mujeres que ríen a carcajadas y se burlan de las
formas, de las castas, de las iglesias, que critican todo lo que ven y
escuchan, que pelean, cantan y bailan, de los que viven y se enfrentan a las
atrocidades cada vez más crecientes de la sociedad capitalista y de sus
regímenes o la manera como se presenten, como lobos disfrazados de ovejas o
como ovejas disfrazadas de lobos.