lunes, 4 de enero de 2016

LLOVÍAN PÁJAROS QUE REÍAN


Juan Márquez tiene 17 años, nació el 24 de agosto de 1998.  Reside en Pereira hace 6 años.  Es estudiante de grado 10 de bachillerato.  Ha estudiado en los colegios Carlota Sánchez, María dolorosa, Gimnasio Risaralda, etc. Ganador de mención especial en el salón vismio de artes escolares 2015 con el proyecto espacios Minúsculos.

Trabaja en proyectos teatrales y con alumnos de su colegio organizó el montaje de La Maestra, del dramaturgo colombiano Enrique Buenaventura. Actualmente trabaja en la adaptación teatral de textos del escritor Andrés caicedo.  

A su corta edad se revela como uno de los mejores representantes de las juventudes colombianas en el campo de las artes y la literatura.  Un muchacho sencillo que lleva en su mochila los versos que hablan a nuestro tiempo desde una Colombia desconocida y profunda.





Habitación

Pedazos de su vestido que aún flotan en la habitación,
Estropean las paredes,
Pinceles que dibujan nuestras horribles soledades,
Cartas esparcidas que impregnan el suelo de letras 
nocturnas.

Se hace imposible respirar,
Solo hacerlo  causa náuseas.

La habitación respira ilusiones hipócritas de otros tiempos.

Huele a abandono, a inhabitación,
Las sábanas conservan manchas de su sangre antes inocente.

En esta casa…
En esta habitación…
Yace el último vestigio del inmortal cadáver de su recuerdo




Pablo Neruda

Calles que me recorren,
Ojos que me miran y se marean.

Él corre, persigue y es perseguido por causas imposibles,
Él encarna una lucha, todas las luchas,
Él encarna la libertad, la infinita libertad,
Él, con sus noches estrelladas,
Tapizadas de ausencia,
De sufrimiento,
De muertes…

Demuestra que la esperanza es inmortal,
Y que la mayor satisfacción es verla en los ojos 
de los olvidados.

Las palabras no deben ahogarse en nuestros mares.





Imprecisión

Titilante obsesión,
Dantescas escenografías,
Proféticas del desastre
Escenografías perturbadoras.

Ciudades que caminan sus propias calles
Y se pierden
Y no se buscan...

Pero se encuentran
En un solitario espectador,
Imperturbable,
Perplejo.

Sangre,
Ha volado en él,
Sangre propia,
Derramada por otro…
U otros…
O todos…

En sus ojos,
Absortos,
Ve la muerte,
Su muerte,
La de otros,
La de todos.

Las vidas flotan en la ciudad,
Ven sus muertes, ven sus vidas,
Pero nunca ven con claridad





Ausencia

Implacable,
La detestable noche,
Se le pierde,

Cansos de esperar,

Como fuente de parque
Dado a cita constante con la lluvia.

Aquellos insomnios,
Eufóricos de olvido,

Su selva profunda,
Su selva de miradas,
Miradas, miradas…
Brillan, ocultan, lloran, ríen,
Hieren, maldicen, saltan y recuerdan…

Extrañas esa soledad,
Esa imprecisión,
Esos pasos que gritan en la oscuridad.




¿Quién anda ahí?

Una vez,
Un hombre,
O un chico tal vez…
O lo que sea!

Con tanto ruido alrededor,
Que sus ojos se volvían pequeños,
Tantas huellas,
Que sus labios lloraban.

Trataba de recordar algo que nunca olvidó
Pero que inexplicablemente flotaba,
Sujeto a sus ojos con agujas,

Y acordándose de quién era,
Desplegó sus alas para nadar,
Y cayó del árbol,
En una celda.

Llovían pájaros que reían.




Recuerdos Borrosos

Mañanas de colegio,
En las que el sol,
Nos introduce en un profundo letargo,
Que confunde los límites de nuestros sentimientos.

Mañanas de ensueño,
De uniforme,
De miradas disimuladas,

Mañanas de escaparse de clase,
De perder el año solo por su compañía.

Sentados mirando el vacío,
Y maldiciendo el tiempo,
Maldiciendo todo lo de afuera.

Mañanas de recorrer miradas y piernas,
De recorrernos bajo el sol,
De que el sol nos recorra
Y de odiar el timbre que suena y anuncia nuestra ausencia.




Ilusión

Camino hacia mi casa,
Me desvió
Por la ruta innecesaria,
Pero para mí indispensable.

Camino su calle,
Miro su casa,
Miro su ventana
Vacía.

Así todos los días,

Hasta que uno de tantos,
uno cualquiera,
miro su corazón,
Y está vacío.