jueves, 20 de marzo de 2014

GOLPE DE ESTADO EN BOGOTÁ



 GOLPE DE ESTADO EN BOGOTÁ
Por José Carlos Vinasco Gamboa

Las derechas colombianas celebran todos a una, como en Fuenteovejuna, la decisión de Santos de negarse a cumplir las medidas cautelares dictadas en favor del Alcalde Petro. De aceptar las medidas cautelares enfrentarían el referendo revocatorio y la derrota sería aplastante para ellos, saben que por esa vía el Alcalde y las mayorías bogotanas saldrían avantes, por eso había que evitar el pronunciamiento popular. El Alcalde que nombra en reemplazo de Gustavo Petro no tiene representación popular, es la única forma como pueden hacerse al poder en la capital, por el golpe de estado encubierto y en contravía de la Constitución y la jurisprudencia de la Corte Constitucional y de la Corte Interamericana de derechos humanos. 

 El espectro de las viejas castas políticas, corruptas y antidemocráticas, recorre las calles de la Capital y al Presidente se le escurre por las comisuras de los labios una salivilla de verde veneno como al sátrapa descrito por Valle Inclán en su novela, Tirano Banderas, Santos Banderas. Toman el poder sin voto popular. Se revuelcan en su pantano satisfechos de este logro expúreo y fatídico. 

No olviden esto: Cuando el jefe guerrillero Alfonso Cano ofreció la Paz, al Tirano no le tembló la mano para ordenar ejecutar su muerte. Cuando La Comisión Interamericana sobre Derechos Humanos anunció medidas cautelares a favor del Alcalde Petro, no le tembló la mano para destituírlo conforme lo decidido por el clerical Procurador en una decisión política evidente. 

 Asesinan la escasa democracia, no se detienen ante los derechos humanos, no les importa la ley y la jurisprudencia internacional, actúan por lo bajo con un nacionalismo de poca monta que reivindica al viejo régimen, a las antiguallas del 86, a sus ideologías. Han salido del viejo Estado como de un naufragio de sangre. Iniciaron su criminal escuela de asesinos desde la nefanda noche septembrina cuando intentaron asesinar al Libertador Simón Bolívar y desde entonces no paran en anegar de sangre a Colombia. De liberales a uribistas, de conservadores a santistas se regodean de alegría por este acto de audacia propio de raponeros y banqueros. Es la destrucción de la inteligencia y de la vida por el cadáver que representan.

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